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que "la tierra ayudó a la mujer [la iglesia]" (vers. 16) cuando ésta era objeto de
persecución por parte de Satanás. Fue precisamente la "tierra" la que proveyó escondites
para evitar que la luz de la verdad se extinguiera por completo en esa hora de gran
oscuridad.
Un rechazo de los principios apostólicos
Nótese que el error de Jezabel fue el de enseñar e inducir a los siervos de Dios a
fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos (vers. 20). Ésta es la misma enseñanza de
Balaam que afloró durante la época anterior (vers. 14). Entendemos, pues, que las herejías
de esta época no son nuevas, sino que son una continuación y ampliación de las que se
diseminaban en el tiempo de Pérgamo (313538).
La fornicación y el comer cosas sacrificadas a los ídolos fueron específicamente
prohibidos por el concilio apostólico celebrado en Jerusalén (Hech. 15:28,29), así que este
pecado consistía en desconocer y desafiar abiertamente el ejemplo y las enseñanzas de
los apóstoles. El establecimiento de un nuevo día de reposo que nunca fue autorizado ni
mucho menos practicado por nuestro Señor ni por sus apóstoles es tan sólo un ejemplo
entre muchos que se podrían citar de la manera como algunos dirigentes de aquellos años
llegaron a torcer la verdad de Dios para establecer enseñanzas erróneas.
Empieza la protesta
Como hemos visto, los fieles de Tiatira guardaron silencio cuando debieron hablar;
pero dice Cristo: "Tus obras postreras son mejores que las primeras" (vers. 19). Al
acercarse el final de la época, empezaron a escucharse por primera vez unas voces que se
alzaban en protesta, rompiendo así el silencio de siglos. En Inglaterra estaba Wiclef y en
Bohemia, Juan Huss. En las cuevas y en remotos valles y escondrijos de los Alpes, hallaron
refugio unos sencillos cristianos llamados valdenses. Éstos eran hombres y mujeres que
estimaban la verdad de la Biblia más que sus propias vidas. Consideraban que guardar
para sí las preciosas palabras de vida eterna sería la peor clase de egoísmo. Así que,
saliendo de la relativa seguridad de sus refugios montañeses, los jóvenes valdenses
visitaron los pueblos y aun las grandes ciudades de Italia, de Francia y de otras regiones
para compartir la paz y la felicidad que ellos habían conocido al estudiar la Biblia. Los
impulsaba el amor de Cristo, y el lema que ardía en sus corazones era: "Vosotros seréis
misioneros, o no seréis nada".
No fue algo teórico o imaginario el riesgo que corrían los jóvenes valdenses.
Muchos fueron capturados por las autoridades y acusados de ser criminales de los más
viles. Con pocas excepciones, fueron torturados y luego quemados en la hoguera.
A éstos y a otros que en los últimos años de Tiatira alzaron la voz de protesta se
refiere el Cristo resucitado cuando dice a Tiatira: "Tus obras postreras son mejores que las
primeras" (vers. 19).