Page 50 - Vengo en Breve1

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porción de luz que había descubierto y rehusaron avanzar más. Y no sólo esto; al cabo de
pocos años, algunas comenzaron a agredirse mutuamente, amontonando denuncias y
anatemas unas contra otras; inclusive, hubo en algunos casos hasta persecución y martirio
producidos por el odio entre los reformadores.
El mismo Lutero en sus años posteriores comentó tristemente: "Nos pareció que
hallaríamos el aprecio de nuestros hermanos por haberles anunciado el evangelio de paz,
vida y eterna salvación. Hemos encontrado, en lugar de aprecio, el más amargo odio.
"Hubo muchos" que gustaron de nuestra doctrina al principio y la abrazaron con
entusiasmo. Creíamos que ellos serían nuestros hermanos y amigos, que se unirían con
nosotros en común acuerdo para plantar y propagar esta doctrina entre los demás. Mas
ahora estamos descubriendo que son falsos hermanos y nuestros más amargos
enemigos". Fue así como la gran luz de Sardis se tornó en oscuridad. Tenía el nombre, la
fama de estar viva, pero en realidad estaba muerta.
"Las cosas que están para morir"
Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado
tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y
guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendrá sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué
hora vendrá sobre ti (vers. 2,3).
"Afirma las otras cosas que están para morir —dice el Cristo resucitado—.
Acuérdate de lo que has recibido, [...] y guárdalo". Aun cuando Sardis no alcanzó a cumplir
con el glorioso cometido que había recibido, el Señor no la desechó. No dejó de bendecirla
y usarla como canal de bendición y luz para el mundo.
La ética del trabajo, la responsabilidad personal del creyente ante Dios, y el
compromiso del cristiano para proclamar el mensaje de salvación ante el mundo
perdido... son algunos de los conceptos que revivieron en la época de Sardis.
Y aun la falta de espiritualidad y los tristes desacuerdos entre una y otra ala de la
reforma no lograron extinguir la gloriosa verdad que Sardis había recibido de la
justificación por la fe. A esta verdad la iglesia debe volver una y otra vez, no sea que entre
la multitud de sus ocupaciones y actividades la pierda de vista, o deje de ser la verdad
fundamental de su fe. "Acuérdate", dice el Salvador, "de lo que has recibido, [...] y
guárdalo".
Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas (vers. 4).
¡Unas pocas personas! La Biblia dice: "Cuando el pecado abundó, sobreabundó la
gracia" (Rom. 5:20). Por un tiempo, parecía que en Sardis sucedía lo contrario, que donde
abundaba la gracia, sobreabundaba el pecado. Su nombre era glorioso, su fama era la de