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Así que, el mensaje de que Cristo sostiene en su mano la llave de David es motivo
de seguridad y de profunda alegría para el creyente.
Reconocerán que te he amado
Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual
nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has
negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser
judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y
reconozcan que yo te he amado (vers. 8, 9).
Aquí el Salvador aclara que, teniendo en su mano la evidencia indiscutible de
autoridad, la autoridad para abrir y cerrar, ha ejercido este derecho colocando ante
Filadelfia una puerta abierta. Una puerta cerrada es una barrera; una puerta abierta es
una entrada, una oportunidad, una invitación (ver 1 Cor. 16:9; Juan 10:7; Apoc. 3:8).
Esta puerta se mantuvo abierta ante la Filadelfia literal en donde el mensaje
cristiano permaneció firme a pesar de la oposición que le rodeaba, y aún más se cumplió
en la iglesia cristiana durante la sexta época de su historia, la cual comenzó en el siglo
XVIII.
En dicha época, la iglesia experimentó un avivamiento de la piedad primitiva sin
paralelos desde el tiempo de los primeros apóstoles. Este movimiento fue conocido en
algunos lugares como el "avivamiento evangélico" y en otros como el "Gran Despertar".
En él se realizaron, en gran medida, las esperanzas despertadas por la Reforma dos siglos
antes.
Conviene recordar algo de las condiciones en las cuales surgió el avivamiento. En el
siglo XVII, la idea de separación entre la iglesia y el estado empezaba a mencionarse, pero
en la práctica, cada nación tenía su iglesia "establecida". Se suponía que todo el que
naciera en un lugar determinado pertenecía automáticamente a la iglesia de ese lugar.
Para ser un "cristiano", no era necesario haber tomado nunca una decisión personal al
respecto. Y para seguir como miembro de la iglesia, no era necesario rechazar el pecado.
Bajo semejantes circunstancias, se había cambiado el carácter esencial de la
iglesia. La palabra "iglesia" proviene de ek-klesia, que significa "llamado a salir fuera". Pero
bajo aquellas circunstancias, la iglesia ya no era una congregación de los que habían salido
del mundo sino que, en gran medida, se había sumido en la tibieza y una convivencia con
el mal.
La idea esencial del avivamiento que ocurrió en el siglo XVI fue que la religión es un
asunto personal. Los que participaron en el movimiento rechazaban terminantemente el
concepto de que, si nací en Holanda, tengo que ser un calvinista, o si nací en Dinamarca,
soy automáticamente un luterano, y si nací en Austria, de hecho, soy un católico.