Page 55 - Vengo en Breve1

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conducía fue alcanzada por tres fuertes tormentas que la azotaron una tras otra. La
tercera de éstas fue la más severa. La nave temblaba bajo el impacto de las olas que la
embistieron hora tras hora. En la misma embarcación viajaba un grupo de "hermanos"
moravos. Wesley había observado con admiración la sencillez y el espíritu servicial que
ellos mostraban durante el viaje, y su paciencia al ser objetos de burlas y maltrato de
parte de algunos ingleses. Después de soportar durante algunas horas la bravura del mar
mientras parecía que de un momento a otro el barco se iría al fondo, Wesley se acordó de
los moravos, y los fue a buscar. A continuación, transcribimos el relato de la experiencia
escrito por el propio Juan Wesley:
"A eso de las siete de la noche fui a donde estaban los alemanes. Había observado
la conducta seria de ellos y se me presentaba una oportunidad de conocer si ellos estaban
libres no sólo del espíritu de orgullo, de ira y de venganza, sino también del espíritu de
temor. Mientras ellos entonaban un salmo para empezar su servicio religioso, una enorme
ola cayó encima del barco, la cual, en el acto hizo trizas la vela principal, inundó la
cubierta, y mandó una enorme cantidad de agua abajo a las cabinas. Parecía como si ya
nos hubiese tragado el gran abismo. Una terrible gritería se desató entre los ingleses. Los
alemanes alzaron la vista por un instante y sin interrupción, tranquilamente siguieron
cantando. Le pregunté a uno de ellos después: "¿No sentían ustedes ningún temor?" Él
contestó: "Doy gracias a Dios que no". Pregunté: "Pero, ¿sus mujeres y sus niños no
sintieron miedo?" A lo cual él respondió mansamente: "No, nuestras mujeres y niños no
tienen temor a la muerte". Me fui de ellos hasta donde estaban los ingleses, y todos
estaban gritando y temblando".
Profundamente impresionado por esta evidencia de una experiencia cristiana muy
diferente de la que él mismo poseía, Wesley trabó amistad con los moravos. Durante los
meses de su estadía en el Nuevo Mundo, los visitaba frecuentemente, y a través de largas
conversaciones aprendió mucho acerca de su fe. Comprendió que para estos fervientes
cristianos, la justificación por la fe era mucho más que una teoría periférica, mucho más
que una idea entre otras; era, en efecto, el eje central de su religión. Merced a esta
doctrina, los moravos podían mantener la calma ante el peligro de muerte. Wesley se dio
cuenta, además, de que lejos de apagar el impulso por las buenas obras, una comprensión
correcta de la justificación sirve para fortalecer, más que cualquier otro factor, la vida de
santidad y servicio.
Pocas semanas después de volver a Inglaterra, Juan Wesley alcanzó en su propia
vida una experiencia de paz y seguridad en el Señor, y se inició así en la trayectoria que
resultaría no sólo en el establecimiento de la Iglesia Metodista, sino también en una gran
reforma que tocó cada fibra de la sociedad inglesa en el siglo XVIII.
De esta misma manera, el movimiento de reforma y reavivamiento se iba
esparciendo. Sus efectos se sintieron en Alemania, Suiza, los Países Bajos, las Islas
Británicas y notablemente en América del Norte. Jorge Whitefield, íntimo amigo de Juan