de iniciar el juicio. “Los libros” que se mencionan son crónicas, porque en ellos “estaban
escritas [...] sus obras”. Como cosa aparte se menciona “otro libro, el cual es el libro de la
vida. (94)
El libro de la vida es el registro de nuestra justificación; el libro de memorias es el
registro de nuestra santificación, y ambos se consideran en el juicio.
Una crisis en el cielo
Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro
desatar sus sellos? Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir
el libro, ni aun mirarlo (vers. 2,3).
Ahora bien, la crisis que se describe aquí en Apocalipsis 5 tiene relación con la
apertura de un libro, y es evidente que el contenido del libro es excesivo. Cuando
lleguemos al momento de abrir el libro (en el capítulo 6), veremos que se trata de un
historial de eventos humanos.
Hay un notable paralelo entre esta escena y las descripciones del juicio que
aparecen en Daniel 7 y Apocalipsis 20: (1) En las tres profecías, aparece Dios sentado
sobre un trono. El acto de un rey de sentarse en su trono está estrechamente relacionado
en la Biblia con su función de juez (véase, por ejemplo, Sal. 9:4; 97:2; Prov. 20:8; Mat.
19:28; 25:31). (2) Además, en cada profecía aparece un libro o libros con un registro de
eventos humanos; y con la apertura de éstos, comienza el juicio (Dan. 7:10; Apoc. 20:12).
Concluimos) pues, que la escena descrita en Apocalipsis capítulo 5, también
representa el juicio. Este concepto queda confirmado al analizar el contenido del libro que
veremos en el capítulo seis.
La primera visión del Apocalipsis muestra la historia de la iglesia en siete etapas, y
ésta empieza mostrándonos el libro del juicio sellado con siete sellos, los cuales se van a
abrir uno por uno. Cada uno revela la sentencia del juez sobre una de las etapas
anteriores.
Con la apertura de estos libros comienza el juicio. (95)
Recordemos que uno de los objetivos principales del juicio es la vindicación de la
justicia de Dios. Para efectuar esta vindicación, él hace pasar ante los ojos de los
espectadores el historial de su trato para con los seres humanos y la forma como ellos han
respondido.
Pero aquí en el capítulo cinco se produce una crisis que se resume en la pregunta:
“¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?” Se emprende la búsqueda, pero
entre los seres humanos ninguno puede hacerlo, porque todos son pecadores y partícipes
de la rebelión contra Dios. Tampoco lo pueden hacer los ángeles. Ellos son “espíritus
ministradores, enviados para el servicio a favor de los que serán herederos de la