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salvación” (Heb. 1:14), pero ninguno de ellos se halla digno. La búsqueda es exhaustiva,
pero “ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra” se encuentra a alguien que sea
digno de abrir el libro o de desatar sus sellos.
Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni
de leerlo, ni de mirarlo
(vers. 4).
El juicio es el último eslabón necesario para completar el plan de salvación, Sirve
para desmentir las acusaciones y calumnias que el enemigo ha lanzado contra Dios y
contra sus hijos. Satanás señala nuestros pecados (ver Zac. 3 y Apoc. 12:10) y dice a Dios:
“No puedes salvar a éstos porque sus pecados son muchos y graves. Y si los vas a salvar, es
porque eres injusto”. Mientras no se contesta esta acusación, no se puede escribir el
último capítulo en la historia del pecado, porque quedaría activo el virus de
disconformidad y duda. Es esta acusación la que el juicio va a resolver.
Por esto Juan lloró mucho. Y razón tenía de hacerlo, porque estaba en juego la
salvación de la raza humana y el honor del nombre divino. Pero no se hallaba ninguno
capaz de contestar ante el universo tales palabras de acusación, ninguno que pudiera
mostrar irrefutablemente la justicia de Dios. (96)
El león que es un cordero
Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz
de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos (vers. 5).
Juan, al escuchar estas palabras, levanta la vista, esperando ver la figura im-
ponente de un león. ¡Qué gran sorpresa le aguarda!
Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de
los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete
ojos, los cuales son los siete espíritus de
Dios
enviados por toda la tierra
(vers. 6).
He aquí la gran paradoja de la victoria de Dios: el León victorioso es un Cordero. Y
no sólo eso... es un cordero degollado; ha vencido muriendo. Es Jesucristo, “a quien Dios
puso como propiciación por medio de la fe en su san- Hic,
para manifestar su justicia,
a
causa de haber pasado por alto en su paciencia, pecados pasados,
con la mira de
manifestar en este tiempo su justicia,
a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es
de la fe de Jesús” (Rom. 3:25, 26). Precisamente por esto el Cordero es digno: porque
derramó su propia sangre puede
contestar definitivamente las acusaciones del enemigo.
Por esto el Padre "Todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22). “Y le dio autoridad de hacer juicio,
por cuanto es el Hijo del Hombre” (vers. 27).
Los
siete espíritus
Cada una de las tres personas de la divina Trinidad está representada en esta
escena. El Padre es el que está sentado sobre el trono. El Hijo está presente como un