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Cordero inmolado. Y el Espíritu Santo aparece en la figura de los siete ojos que son los
“siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”.
De esta manera, se pone de manifiesto la trascendental importancia, el intenso
interés que la Divinidad atribuye a este asunto del juicio, pues cada uno de los personajes
divinos está presente y participando en forma activa. (97) El profeta Zacarías vio al Espíritu
Santo representado por la figura de un candelabro con siete lámparas (Zac. 4:1-6) y se le
dijo: “Estos siete, son los ojos de Jehová que recorren toda la tierra” (vers. 10; compárese
con Apoc. 1:14). El Espíritu está en lugar de Cristo como representante de Dios en la tierra.
Al no tener las limitaciones de la carne humana, él puede estar siempre con los creyentes
“en toda la tierra” (Juan 14:16; 15:7). Como los “ojos” de Dios, el Espíritu escudriña la
mente y discierne hasta los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb. 4:12; Apoc.
2:18,23); como “lámpara” de Dios, el Espíritu ilumina, revela, instruye, redarguye y
reprende (Juan 16:8-14). La “espada del Espíritu”, la agencia que usa con poder para
realizar estas obras es la Biblia, la Palabra de Dios (Efe. 6:17; Sal. 119:105; Heb. 4:12; 2
Tim. 3:16).
vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Y
cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se
postraron delante del Cordero
(vers. 7, 8).
Según la descripción del capítulo cuatro, en el templo celestial no cesan día y
noche la adoración y acción de gracias al Señor Dios Todopoderoso. Pero en este
momento, cuando el Cordero recibe de la mano del Padre el Libro de Memorias para
iniciar el juicio, se hace oír una nota aún más exaltada y más gloriosa de alabanza celestial.
A esta gloriosa canción unen sus voces los cuatro seres vivientes, líderes angelicales del
culto celestial y los 24 ancianos, representantes de los seres redimidos de esta tierra.
Todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los
santos
(vers. 8).
El incienso representa “las oraciones de los santos”. Tendremos más que decir
acerca de esta idea cuando el incienso vuelve a aparecer en el capítulo 8. (98)
Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo
linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra
(vers. 9, 10).
Primero, este grupo hace sonar la nota tónica de la alabanza, y después todo el
coro celestial alza su voz.