Cada uno de los cuatro seres vivientes se encarga de presentar uno de los primeros
cuatro sellos. En esto empezamos a vislumbrar el posible significado simbólico de las caras
de los cuatros seres vivientes. Parece haber una relación entre la cara del ser viviente y el
carácter de los eventos descritos bajo cada sello. El que ha mostrado el primer sello al
apóstol Juan es semejante a un león. El león es símbolo de poder y dominio (véase Amos
3:8). (102)
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: Ven y mira
(vers. 3).
El segundo de los seres vivientes “era semejante a un becerro” (Apoc. 4:7). Un las
Escrituras el becerro es un animal para el sacrificio (Deut. 9:2), símbolo apropiado de la
segunda época en la historia eclesiástica, cuando miles de cristianos sufrieron el martirio
por su fe.
Salió otro caballo, bermejo-, y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la
tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada
(vers. 4).
El bermejo es un rojo intenso, el color de la sangre. Mirando la zozobra que le
sobrevendría a la iglesia de Esmirna de parte de los emperadores, el Cristo resucitado le
dijo: “No temas [...] lo que vas a padecer” (Apoc. 2:10). A este padecimiento se refiere el
simbolismo del segundo sello que significa sangre, sufrimiento y mortandad. La “gran
espada” es la de un verdugo.
Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: Ven y mira (vers. 5).
El tercero de los seres vivientes tenía cara de hombre. No es un símbolo halagador;
para los profetas el hombre representa la inconstancia, algo en lo cual era muy peligroso
confiar (jer. 17:5). Recordemos que la tercera época, simbolizada por la iglesia de
Pérgamo, fue el tiempo cuando los hijos, queriendo obtener ventajas personales para sí,
entregaron sin resistencia los valores que sus padres habían conservado al precio de sus
propias vidas.
miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la
mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de
trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el
vino
(vers. 5, 6). (103)
Todos los símbolos que se presentan aquí son del mundo del comercio. Ésta fue la
época cuando la iglesia se dio cuenta de que había crecido el número de sus feligreses,
cuando vio que los emperadores, en vez de despreciarla, tenían que consultar su opinión.
Entonces fue cuando la iglesia empezó a “comerciar” cuando su relación con el mundo fue
la de emplear su situación para ver qué ventajas podía obtener para sí misma.