“El enfoque principal del ‘milerismo’ no era la fecha de la segunda venida. Fue,
sobre todo, evangelismo que procuraba ayudar a las personas a alistarse para el
encuentro con su Señor. Mediante este movimiento, empezó un reavivamiento que
resultó en la ganancia de 40,000 miembros nuevos para los metodistas y 45,000 para los
bautistas.
“Pastores de muchas denominaciones diferentes se unieron al movimiento. Josué
Himes fue sólo uno entre muchos. Josías Litch, un pastor metodista, aceptó el milerismo
solamente después de cerciorarse de que concordaba con el metodismo. Él escribió un
libro de 200 páginas sobre las interpretaciones proféticas de Miller
y,
entre otras cosas,
ayudó a Carlos Fitch a convencerse de
estas verdades y a unirse al movimiento. Fitch era
pastor congregacionalista de
Boston, y había sido asistente ejecutivo del famoso
evangelista Carlos G. Finney. Fitch confeccionó ayudas visuales para los predicadores
milleritas. Una de
éstas, que llegó a ser usada por todos ellos, fue un diagrama profético
en el cual se mostraba que muchas de las profecías terminaban en el año 1843.
“Además de estos hombres, había muchos otros. Nadie sabe cuántos. Los
contemporáneos creyeron que entre pastores y laicos había entre 1,500 y 2,000
predicadores milleritas. (114) Se sabe con seguridad de, por lo menos, 174 pastores.
Aproximadamente la mitad de éstos eran metodistas, la cuarta parte eran bautistas y el
resto incluía congregacionalistas, presbiterianos, episcopales, luteranos, amigos y otros.
“Vale la pena subrayar que Miller no era el único ‘millerita’ importante. Una gran
compañía de hombres capaces y destacados de las grandes denominaciones lo apoyaba.
La mayoría de ellos había recibido mucho más educación formal que Miller. El milerismo
no fue simplemente el fanatismo de una persona aislada; fue un poderoso reavivamiento
Cristo céntrico aceptado por una gran cantidad de personas, tanto dirigentes como laicos,
dentro de las iglesias más respetables de la época.
“Y a medida que aumentaba la feligresía y el tiempo se hacía más corto, la
velocidad de los eventos aumentó. Debido a la gran cantidad de predicadores que se
unieron al movimiento millerita, llegó a ser imprescindible la celebración de reuniones
para los obreros. Los dirigentes milleritas realizaron varias 'Conferencias Generales'. La
primera se llevó a cabo en la iglesia de Josué Himes en Boston, en octubre de 1840.
“Viendo que la asistencia a las reuniones milleritas alcanzaba grandes pro-
porciones, la Conferencia General celebrada en Boston en mayo de 1842 acordó celebrar
congresos campestres para acomodar a las grandes muchedumbres. Programaron tres
para ese mismo verano.
“El primer congreso campestre empezó el 28 de junio en East Kingston, Nueva
Hampshire. Josué Himes fue el encargado general, y asistieron de 7,000 a 10,000
personas.