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angustia fue demorada para dar lugar a que los 144 mil sean sellados. Así que el
sellamiento funciona como la mancha de sangre del cordero pascual que protegía a los
Hijos de Israel de la última plaga en Egipto (Éxo. 12:22, 23). La ira caerá ineludiblemente
sobre todos los que no tienen el sello: “A viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres” (Eze.
9:6; compárese con Apoc. 16:2); no hay excepción.
Precisamente en esto está la aparente inconsistencia, porque los de la gran
multitud no recibieron el sello de Dios; y, sin embargo, aquí están felices y cantando
himnos en la presencia de Dios.
Se dice acerca de la gran multitud: “Ellos han salido de la gran tribulación” (vers.
14). Posiblemente ellos salieron de la tribulación en el sentido de que se “escaparon” de
ella, porque estaban en la tumba y aún no habían resucitado. A los fieles de Filadelfia,
Cristo prometió: “Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te
guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para
probar a los que habitan sobre la tierra” (Apoc. 3:1). El Señor no los guardó
en
la hora de
prueba sino
de
ella, porque pasaron a su descanso y no la vieron.
La evidencia disponible no es suficiente para justificar una opinión dogmática en
cuanto a la identidad exacta de estos dos grupos de redimidos. Ofrecemos, pues, como
una sugerencia, la siguiente idea: Los 144 mil son los redimidos que son especialmente
fortalecidos por el sellamiento para sobrevivir en el tiempo de angustia y ser llevados al
cielo sin ver la muerte. La gran multitud son los resucitado, los fieles de todos los siglos
que, con los 144 mil, irán al cielo para estar en la eternidad con Dios. (128)