Página 100 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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que avanzaba en su misión victoriosa por el mundo, el cristianismo triunfante sobre el
paganismo. El segundo sello -el caballo rojo- significaba el advenimiento de guerras. El
tercer sello -el caballo negro- representaba hambres en tiempo del anticristo, y el cuarto sello
-el caballo pálido- las destrucciones venideras. El quinto sello señalaba la merecida
retribución para los santos y para los pecadores. El sexto sello con sus señales simbolizaba
presagios de los últimos acontecimientos; y el séptimo sello introducía el eterno descanso en
el reino de Cristo.
Se amplía la comprensión medieval.-
Andreas, arzobispo griego de Cesarea de Capadocia, en el siglo VII veía en los sellos: (1) la
victoria de la iglesia apostólica; (2) las luchas y guerras causadas por la iglesia; (3) la
apostasía de los infieles; (4) la plaga en el tiempo de Maximiano; (5) el clamor de los
mártires; (6) el tiempo de angustia bajo el predominio del anticristo; (7) la recompensa final de
Dios para los bienaventurados. El Venerable Beda estableció en el siglo VIII una séptuple
división del Apocalipsis. El primer sello sería la iglesia primitiva; el sexto, el tiempo del
anticristo, y el séptimo, el comienzo del descanso eterno; pero los otros cuatro no serían
períodos de tiempo. El segundo, el tercero y el cuarto sello serían la triple guerra 113
desatada contra la iglesia por perseguidores, falsos hermanos y herejes. El quinto sello sería
la gloria de los vencedores en esa guerra. La posición de Beda fue considerada como la
norma hasta el siglo XII, y fue seguida por la
Glossa
de Walafrid Strabo y por la exposición
de Haymo de Halberstadt.
Bruno de Segni (m. 1123) propuso la idea de que los primeros cinco sellos revelan el gradual
deterioro de la iglesia, y el sexto la última tribulación bajo el predominio del anticristo.
Después Anselmo de Havelberg (m. 1158) dio el paso siguiente e hizo de los sellos siete eras
históricas, desde la pureza primitiva del Evangelio hasta el descanso eterno final. También
trató de demostrar dónde encajaban dentro de la historia. El segundo caballo, rojo por la
sangre de los mártires, es el período del emperador Diocleciano; el tercero, la iglesia
oscurecida por la herejía de Arrio y otros; el cuarto, pálido debido al impacto de la hipocresía,
contrabalanceado por Agustín, Bernardo de Claraval y otros; el quinto se refiere a los
mártires que sufrieron por Dios; el sexto presenta al mundo convulsionado durante el período
del anticristo. En el séptimo sello la iglesia reposa en la bienaventuranza celestial.
Influido por Anselmo, Joaquín de Flore (Floris o Fiora) introdujo su séptuple división de la era
cristiana, que abarcaba: (1) la iglesia primitiva hasta la muerte de Juan; (2) las persecuciones
paganas hasta Constantino; (3) la controversia arriana hasta Justiniano; (4) los sarracenos
hasta Carlomagno; (5) el clero y monjes romanos hasta el tiempo del mismo Joaquín; (6) el
juicio de Babilonia; (7) el descanso del reposo sabático final. El nuevo énfasis de Joaquín en
la interpretación histórica fue seguido por los joaquinitas del siglo XIII, como Pierre Jean
d'Olivi, que concordaba en que los cuatro primeros sellos representan los sufrimientos de la
primera hora, las persecuciones paganas, los herejes arrianos, los hipócritas; pero añadía
que bajo el quinto sello -en desarrollo entonces- la sede de Roma se había convertido en el
trono de la bestia.
Amplio enfoque de los hombres anteriores a la Reforma.-
En los tiempos inmediatamente anteriores a la Reforma encontramos a R. Wimbledon,
predicador lolardo, que explicaba los siete sellos en los conocidos períodos sucesivos de la
iglesia primitiva: la persecución, las herejías, los hipócritas, etc. Es notable que él viera a los
ministros del diablo impidiendo la predicación del Evangelio en el tiempo del anticristo. John
Purvey (m. 1428), colaborador y sucesor de Wyclef y escritor del primer comentario
protestante, enseñaba, en esencia, las mismas series o secuencias de Savonarola,
reformador italiano martirizado en 1498, quien vio en el caballo pálido el tiempo de tibieza
aplicable en sus días a la iglesia de Roma, en la que no quedaba amor.