II. Surgimiento del papado (313-590 d. C.)
Constantino y el cristianismo.-
Cuando Constantino el Grande se convirtió en emperador en el año 311, el imperio se
hallaba aquejado por un sistema administrativo difícil de manejar, un ejército desorganizado y
una economía que desfallecía. Además, la moral de la población multilingüe, de orígenes y
costumbres múltiples, 21 estaba en bancarrota ética y espiritualmente. La estrategia política
de Constantino, gobernante de amplia visión, fue la de movilizar la población del imperio para
reconstruir sus instituciones y lograr una unidad de la cual no había disfrutado en los últimos
dos siglos.
Comenzó a reorganizar el ejército, a fortalecer la vida económica del imperio y a buscar el
remedio para los males sociales, morales y espirituales de la población. Procurando salvar la
integridad del imperio, trató por todos los medios de unificar al pueblo, y uno de los recursos
que utilizó fue su intento de cristianizar el Imperio Romano. Se ha debatido si
verdaderamente Constantino se convirtió al cristianismo, como lo sugieren la visión que
pretendió haber visto antes de la victoria del puente Milvio y la estatua de sí mismo con cruz
en mano que poco después hizo levantar en Roma, o si permaneció pagano, como lo
indicaría su conducta.
En todo caso, Constantino favoreció a los cristianos con una serie de leyes, a partir del año
311 cuando junto con Galerio y Licinio les dio a aquéllos permiso de rogar a su dios en favor
del bienestar del emperador. En el año 313, junto con Licinio proclamó el edicto de Milán, por
el cual se daba libertad religiosa a todos los ciudadanos del imperio, pero que especialmente
beneficiaba a los cristianos. Con todo, el propósito de este edicto era egoísta: Constantino
quería recibir los beneficios de las oraciones de todos los fieles a sus dioses, entre ellos el
Dios de los cristianos. Más tarde eximió al clero cristiano del servicio militar y de los
impuestos a la propiedad (313 d. C.). Abolió en 315 diversas costumbres paganas que
resultaban ofensivas a los cristianos y facilitó la emancipación de los esclavos cristianos.
En el año 321 promulgó la primera ley dominical, que mandaba que todos se abstuvieran de
trabajar en día domingo. Si bien ya hacía más de siglo y medio que buena parte de los
cristianos de Occidente observaban el domingo, esta ley no hacía necesariamente del
domingo un día santo cristiano. Más bien era otro indicio del gran afán de lograr unidad en el
imperio. Los adoradores del sol y de Mitra también respetaban el día domingo. Por esto, la
gran mayoría de los ciudadanos de Roma podía fácilmente ponerse de acuerdo en un día
común de descanso. Ver t. VI, pp. 49-53.
En el año 323, Constantino derrotó a Licinio y se convirtió en emperador único. Desde esta
fecha puede decirse que el cristianismo conquistó al Imperio Romano. Constantino se hizo
rodear de cristianos, otorgó enormes sumas de dinero para construir templos cristianos, e
hizo educar como cristiano a su hijo Crispo. Parece haberle preocupado grandemente el que
la aristocracia romana se resistiera a aceptar el cristianismo y en el año 325 exhortó a todos
los ciudadanos a hacerse cristianos. Sin embargo, Constantino siguió con sus intrigas
políticas y asesinatos, y sólo se bautizó como cristiano poco antes de morir en el año 337 d.
C.
Como emperador, Constantino era pontífice máximo del culto pagano del Estado. Era natural
que, al cristianizarse el imperio, pensara que debía ser el dirigente de la iglesia cristiana.
Además, su gran afán de lograr la unidad en su imperio y sus dotes administrativas lo
inducían a querer dominar también este aspecto de la sociedad. Y los cristianos, cansados
por la persecución de Diocleciano y felices de recibir los privilegios que les brindaba ahora el
Estado, le concedieron a Constantino más autoridad en asuntos eclesiásticos de la que