últimos días, y el otro, como el espíritu de apostasía en la iglesia.
La amplia circulación de la obra de Lacunza, traducida al inglés por Irving, influyó
poderosamente sobre algunos escritores británicos del despertar adventista. Varios
individuos, sociedades, conferencias y periódicos de ese movimiento, se unieron en aceptar
que el advenimiento personal de Cristo daría comienzo al milenio, contrariando la utópica
expectativa de los postmilenaristas. La mayoría de los premilenaristas eran "historicistas", y
sostenían el concepto común entre los protestantes en cuanto al anticristo papal; sin
embargo, variaba la interpretación acerca de las fechas proféticas y los acontecimientos que
llevarían al fin. Muchos consideraban que el fin de los 2.300 días sería en 1843, 1844 ó
1847; entonces comenzaría el milenio. Muchos esperaban que el milenio comenzaría
alrededor de 1866. Había discrepancia en cuanto a si la tierra sería renovada con el
comienzo del milenio o al fin de él; si la Jerusalén celestial descendería como la capital del
milenio o si solamente lo sería en el reino eterno; si los santos reinarían en la tierra o en el
cielo, con un reino terrenal paralelo. La mayoría creía que los judíos se convertirían y serían
134 restaurados a su tierra ya fuera antes o durante el milenio.
En su ataque contra el "espiritualizante" postmilenarismo, pusieron mucho énfasis en el
"literalismo", y en la década de 1830 un número creciente comenzó a sostener puntos de
vista futuristas, lo cual principió en las conferencias de Albury (1826-1830), en las cuales se
prestó atención al futurismo de Lacunza y de Maitland (el intérprete cuyos conceptos de un
anticristo futuro fueron bien aprovechados por Newman en el movimiento de Oxford). Esto se
desarrolló aún más en las revelaciones de los seguidores de Irving, y en las enseñanzas de
Darby en las conferencias de Powerscourt desde 1830 en adelante, aunque al principio fue
aceptado por unos pocos. Este nuevo futurismo fue un retorno al quiliasmo de la iglesia
primitiva, que estuvo impregnado de ideas judías y paganas en cuanto a un reino terrenal y
literal; sin embargo, llegó a ser un nuevo punto de vista en el cual el celo en pro del
literalismo llevó al futurismo a un extremo y en una dirección que no correspondía con la de la
iglesia primitiva. Pero no fue sino hasta unas décadas más tarde cuando el premilenarismo
interdenominacional llegó a identificarse mucho con un complicado sistema de futurismo a
imitación de Darby, el cual divide el segundo advenimiento en dos: el rapto y la venida en
gloria; separa de su contexto la septuagésima semana y otras profecías, interponiendo el
lapso de toda la era cristiana; separa a los creyentes judíos de la iglesia y a la iglesia del
pacto, las promesas y las profecías; pone a la ley en desacuerdo con la gracia, y aleja de la
iglesia grandes porciones del Nuevo Testamento.
No obstante, la mayoría de los premilenaristas de la década de 1840 eran historicistas, y el
aspecto 'judaizante" de los quiliastas literalistas no impidió que los mileritas norteamericanos
consideraran a los literalistas como aliados en su lucha contra el postmilenarismo. Sin
embargo, la diferencia básica entre los "mileritas" (incluso algunos que se unieron con ellos
aunque no estaban de acuerdo con Miller en cuanto a la fecha esperada del segundo
advenimiento) y los literalistas, es evidente en dos de los principales postulados mileritas: (1)
la negación del literalismo que imponía que el reino milenario cumpliera todas las profecías
del Antiguo Testamento para los judíos, sosteniendo que judíos y gentiles sin distinción son
los herederos de las profecías solamente por ser cristianos; (2) la negación de la naturaleza
'"temporal" del reino del milenio; es decir, creían que el segundo advenimiento traería la
renovación de la tierra por medio del fuego y la transformación de los santos en seres
inmortales, de modo que el único reinado del milenio sería el de los santos -la primera etapa
del estado eterno-,que se interrumpiría sólo después de mil años por la resurrección de los
impíos, que recibirían su retribución final. Este era en general el concepto sostenido por los
diversos organismos adventistas que resultaron del movimiento milerita de 1844.
Los pioneros adventistas del séptimo día retuvieron mucho del concepto milerita; pero
ubicaban la renovación de la tierra al fin del milenio y colocaban a los santos en el cielo