Por amor de mi nombre.
Ver com. Hech. 3:16. Los seguidores de Cristo eran conocidos por el nombre de él: eran
llamados cristianos. Su fidelidad a este nombre, su lealtad a Aquel a quien reconocían como
a su Señor, fue lo que los sometió a la persecución de las autoridades romanas (ver p. 738),
y los indujo a sufrir a manos de los que estaban empeñados en destruir su fe.
Desmayado.
Gr.
kopiá
Ç
,
"cansarse", "fatigarse". Compárese con el uso de
kopiá
Ç
en Isa. 40: 31 (LXX);
Juan 4: 6.
4.
Tu primer amor.
Este "amor" probablemente incluía un amor de todo corazón a Dios y a la verdad, y amor
mutuo fraternal para sus semejantes en general (ver com. Mat. 5: 43-44; 22: 34-40). Las
controversias doctrinales suscitadas por los falsos profetas quizá habían dado lugar a un
espíritu de división. Además, a pesar de los diligentes esfuerzos de muchos para contener la
marea de falsas enseñanzas, una cantidad de personas que permanecieron en las iglesias
sin duda estaban afectadas en mayor o menor grado por ellas. La actividad del Espíritu
Santo como mensajero de la verdad (Juan 16: 13), con la tarea de convertir los principios de
la verdad en fuerza viva para lograr la transformación del carácter (ver Juan 16: 8-1 l; Gál. 5:
22-23; Efe. 4: 30, etc.), fue estorbada en la medida que el error halló cabida en la iglesia.
Además, a medida que morían los que se habían relacionado personalmente con Jesús y su
testimonio dejaba de oírse, y al comenzar a borrarse la visión de la inminencia del regreso de
Cristo (ver com. Apoc. 1: 1), la llama de la fe y la consagración ardía cada vez más
débilmente. Para un comentario sobre otros aspectos del abandono de esta primera pureza
de fe y práctica, ver t. IV, pp. 861-862.
5.
Quitaré tu candelero.
Ver com. cap.1: 12. La iglesia perdería su posición como legítima representante de Cristo. La
iglesia había "caído", pero la misericordia divina le dio una oportunidad de arrepentimiento
(cf. 2 Ped. 3: 9).
Si no te hubieras arrepentido.
En el Prólogo de su Epístola a los Efesios, Ignacio nos informa que la iglesia prestó atención
a la invitación que le decía "recuerda", "arrepiéntete", y "haz las primeras obras" (ver también
Ignacio,
A los efesios
i. 1; xi. 2).
6.
Nicolaítas.
Una de las sectas heréticas que atormentó a las iglesias de Efeso y Pérgamo (vers. 15) y tal
vez a otras. Ireneo identifica a los nicolaítas como una secta gnóstica: "Juan el discípulo del
Señor, predica esta fe [la deidad de Cristo], y mediante la proclamación del Evangelio procura
quitar aquel error que había sido diseminado entre los hombres por Cerinto, y mucho tiempo
antes por los llamados nicolaítas, que son una rama de aquella falsamente llamada 'ciencia',
a fin de poder confundirlos y persuadirlos de que sólo hay un Dios que hizo todas las cosas