Página 19 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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perderlos calificándolos de cismáticos.
El movimiento monástico se extendió rápidamente en el cristianismo, apartando a muchos
hombres de la vida económica, social y familiar. Se extendió en el Occidente latino, y en el
siglo VI Benito (Benedicto) de Nursia redactó un reglamento monástico práctico, adaptado a
las condiciones occidentales. Andando el tiempo se fundaron a lo largo y ancho de Europa
occidental numerosos monasterios que seguían el reglamento de Benito (benedictino); sin
embargo, este reglamento era virtualmente el único vínculo entre ellos, pues cada monasterio
era autónomo. Los votos de pobreza, obediencia y celibato debían, presumiblemente, ser
mantenidos por todas las órdenes.
Su influencia se hizo sentir más allá de los claustros, no sólo en la enseñanza religiosa, sino
también en los círculos administrativos, económicos y políticos. Puede decirse en términos
generales que fue casi únicamente en los monasterios y bajo el cuidado de los monjes, en
donde se conservó la luz del conocimiento y se protegió la literatura antigua por el trabajo de
los monjes copistas. Pero el aumento de la influencia, la riqueza y el poder produjo abusos y
corrupción entre los monjes y los clérigos, lo cual hizo necesarias las reformas introducidas
por la orden cluniacense (Cluny) y otras más (ver p. 32).
Surgimiento del islamismo.-
Casi un siglo después de la muerte del emperador Justiniano, el Imperio Romano de Oriente
tuvo que enfrentarse a un peligroso enemigo: el Islam. Mahoma era un comerciante árabe
casi desconocido y poco educado. En sus continuos viajes se relacionaba con judíos y
cristianos, y por lo menos leyó un poco las Escrituras hebreas (AT) y quizá el NT. Mahoma
llegó a la conclusión de que el animismo supersticioso de los árabes era un error, y que sólo
había un Dios a quien exclusivamente le correspondía ser adorado. Entonces comenzó a
creer que él era el profeta de Dios, perteneciente a un largo linaje en el que estaban incluidos
los profetas hebreos y Jesús de Nazaret, de los cuales él (Mahoma) era el mayor y el maestro
más claro de la verdad.
El Islam declaró la soberanía plena de su Dios, Alá, pero no reconocía ninguna expiación por
el pecado ni tenía sacerdocio. No había salvador. La voluntad de Alá era suprema, y los que
vivían una vida de obediencia a esa voluntad podrían anticipar el gozo de las bellezas y los
placeres del paraíso celestial.
Mahoma tuvo que enfrentarse a una intensa oposición cuando comenzó a predicar; pero
ganó algunos adeptos. El nacimiento histórico del mahometismo data de la hégira o fuga de
Mahoma, de La Meca a Medina, lo cual ocurrió en 622 d. C. Esta es la fecha desde la cual se
computa toda la cronología musulmana.
Después de la muerte de Mahoma, el Islam comenzó a adquirir la fuerza de un gran
movimiento político y militar. El animismo primitivo de los árabes desapareció como religión,
señal de que la gente del desierto estaba madura para una nueva vida religiosa. El Islam se
propagó luego entre las tribus del desierto como si hubiera 29 tenido alas, y los árabes
demostraron que eran adeptos fanáticos de la nueva fe. El liderazgo de Mahoma, pero no su
pretendido don profético, fue transmitido, cuando murió, a algunos de sus parientes varones,
los califas, quienes se convirtieron en gobernantes temporales y espirituales del creciente
poderío musulmán.
El crecimiento de esta asombrosa fuerza tuvo lugar precisamente en el tiempo cuando la
Roma oriental estaba debilitada por costosas y sangrientas guerras con el nuevo Imperio
Persa. En el 628, sólo seis años después de la hégira, el emperador Heraclio finalmente
pudo derrotar a los persas; por lo tanto, fue una Roma oriental debilitada la que hizo frente a
los ataques de los furibundos y celosos árabes islámicos, los cuales avanzaron hacia el norte
y atacaron simultáneamente a Palestina, Siria y el Imperio Persa. La capital persa cayó en