Página 21 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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También desalojó a los musulmanes de la región de los Pirineos. Carlomagno hizo que la
organización política interna de su imperio alcanzara un alto grado de eficiencia; para lograrlo
nombró condes en cada zona y organizó delegaciones o misiones anuales, cada una
constituida por un conde y un obispo que iban de un lugar a otro en gira de inspección para
poner en orden las cosas en nombre de Carlomagno. Este procedimiento dio como resultado
una nueva reforma en la iglesia de los francos. Carlomagno también prestó atención a la
educación, cuya condición era deplorable.
Carlomagno fue a Italia a fines del año 800, pues el papa León III se encontraba en serias
dificultades con algunos de sus enemigos personales. Carlomagno investigó el caso y puso
de nuevo a León en su trono papal de la ciudad de Roma. El rey y su séquito, junto con el
papa y su comitiva, asistieron el día de Navidad a un servicio religioso en la antigua iglesia
que ocupaba el terreno donde está ahora la catedral de San Pedro. Cuando terminó el
servicio religioso el papa se acercó a Carlomagno, que estaba arrodillado, le colocó una
diadema en la cabeza y lo declaró Carlos Augusto, emperador de los romanos.
Se duda de que Carlomagno hubiera hecho planes para que eso sucediera; pero sí es muy
probable que estuviera pensando en el momento de tomar dicho título. Habían transcurrido
324 años desde que el último rey occidental había lucido el título de emperador de los
romanos. Desde el año 800 hubo casi sin interrupción un emperador romano, por lo menos
nominalmente, hasta que Napoleón depuso el último en 1806. Sin embargo, existían en
realidad dos imperios, el oriental y el occidental, y no dos partes de un imperio como había
sido anteriormente.
La controversia de los iconoclastas.-
Las controversias religiosas también contribuyeron a este proceso de separación entre el
Oriente y el Occidente. La discusión quizá más prolongada e intensa fue la que giró en torno
de la naturaleza de Jesucristo. Este debate se trata más ampliamente en el t. V, pp. 889-894;
sin embargo, es significativo que estas grandes controversias teológicas no afectaran a la
iglesia occidental (ver t. IV, p. 862). El cristianismo del Occidente no fue dividido por ninguna
divergencia importante de origen teológico. Roma pudo avanzar por el sendero de una
enseñanza doctrinal definida durante esos siglos, y condujo por la senda de la ortodoxia
romana a las iglesias que había ayudado a fundar en la Europa occidental. El hecho de que
el Oriente estuviera dividido por disputas y que éstas se resolvieran en los términos
establecidos por los griegos, sirvió para aumentar más la separación entre el Oriente y el
Occidente.
La división se acentuó con el estallido de la controversia con los iconoclastas o "destructores
de imágenes". Como ya se dijo, durante los siglos VIII y IX la mitad oriental del Imperio
Romano estuvo envuelta en una terrible lucha contra la propagación 31 del Islam. Los
musulmanes eran decididamente monoteístas, e insistían fanáticamente en que no hay sino
un Dios, Alá. Esto producía, por supuesto, un rotundo rechazo de cualquier clase de estatua,
imagen o cuadro que se empleara en el culto religioso. El Islam concordaba en esto con el
judaísmo, que interpretaba el segundo mandamiento del Decálogo mosaico como una
prohibición de cualquier representación gráfica o material de la Deidad.
Las controversias acerca de la naturaleza de Cristo como el unigénito Hijo de Dios, que
habían dividido al cristianismo oriental, presentaban un inquietante contraste con el sencillo
monoteísmo del Islam; y más aún: desde el siglo III en adelante se había intensificado el uso
de cuadros e imágenes de Jesús en las iglesias. Esas representaciones gráficas al principio
se usaron para fomentar la devoción de los cristianos sencillos que no podían leer por sí
mismos las Escrituras; pero gradualmente se fue cultivando la práctica de venerar esas
imágenes, y rápidamente aumentó en las iglesias el número de diversas imágenes de Jesús,
de la Virgen María y de los santos, y se hizo común el espectáculo de cristianos arrodillados