Página 22 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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en oración delante de esas estatuas.
Todo esto horrorizaba a los mahometanos, y cuando conquistaban las provincias cada vez
que encontraban oportunidad destruían las imágenes, porque consideraban que era su deber
hacerlo. En la iglesia oriental también había muchos que lamentaban profundamente la
impotencia del cristianismo para hacer frente a este desafío del Islam; y por eso se desarrolló
un fuerte movimiento dentro de la iglesia para eliminar toda clase de imágenes de Jesús. Los
que promovían este movimiento llegaron a ser llamados iconoclastas, y como tales no sólo se
sentían satisfechos con disputar a la Iglesia el derecho de tener imágenes, sino que a veces
las destruían.
Esta disputa se tornó tan grave durante el siglo VIII, que fue convocado un segundo Concilio
de Nicea, en 787 d. C., para decidir quién tenía la razón. ¿Debía continuarse o no usando
imágenes en la iglesia? ¿Debía haber o no cuadros de ellas? La iglesia occidental ya se
había definido por medio de una declaración del papa Esteban III, en el sentido de que la
iglesia deseaba que continuara el uso de las imágenes. Cuando se reunió el concilio fue
condenada la iconoclastia, los obispos iconoclastas o se sometieron o fueron depuestos, y se
restauró el culto a las imágenes. Sin embargo, este concilio no terminó con la controversia, y
finalmente la Iglesia Griega Ortodoxa decidió usar exclusivamente representaciones
bidimensionales, eliminando así las estatuas (tridimensionales). En los templos ortodoxos
rusos y griegos se ven cuadros de Cristo, pero no estatuas; no sucede así en la Iglesia
Católica Romana.
Cisma entre el Oriente y el Occidente.-
Se ha destacado que en los primeros siglos debido a diferencias de idioma, de cultura, de
conceptos teológicos y de puntos de vista doctrinales, los sectores oriental y occidental de la
iglesia se habían separado gradualmente. Esta tendencia se aceleró con el virtual fin de la
influencia del emperador de Oriente en Occidente, especialmente después que dicho
emperador tuvo que dedicar toda su atención y energías a contener la difusión del islamismo.
La controversia de los iconoclastas ayudó a ampliar la brecha, y en el siglo XI se acentuaron
otras diferencias, tanto en la interpretación ritual como teológico. Entre éstas estuvieron la
cuestión de si se debía usar levadura en el pan sacramental (la iglesia de Occidente sostenía
que sí debía usarse), de si se debía ayunar en el día sábado (la iglesia oriental sostenía que
no debía hacerse), y si el clero debía casarse (la iglesia occidental tomó la posición de que
no debía hacerlo). Estas diferencias, y otras de menor importancia, pronto se agudizaron. El
patriarca de Constantinopla y el papa de Roma se lanzaban recíprocamente anatemas. La
crisis llegó al máximo en 32 el año 1054: el patriarca y el papa se excomulgaron mutuamente.
Ese cisma separó a la iglesia oriental de la occidental.
*(1)
División del imperio de Carlomagno.-
También deben tomarse en cuenta los grandes cambios ocurridos por el año 800, en el que
una vez fuera el Imperio Romano. La mitad oriental del imperio era de habla griega y de
pensamiento griego, aunque todavía se consideraba esencialmente romana. Su territorio era
mucho menor, pues por el norte lo presionaban los eslavos y por el este y sur las hordas
islámicas. Todo el norte del África, que una vez fuera un centro de cultura latina, estaba en
manos de los musulmanes, como también lo estaba España. El latín, que una vez se habló
en todo el Occidente, degeneraba gradualmente y comenzaron a formarse las lenguas
romances: italiano, francés, español, etc. Los lombardos germanos y los francos todavía
usaban sus dialectos teutónicos. Carlomagno, el nuevo emperador romano occidental,
gobernaba el norte de Italia y el territorio comprendido entre el norte de España, Francia,
Bélgica y Holanda hasta los límites de Dinamarca; y hacia el este, aproximadamente hasta el
río Elba. La cultura romana y el latín fueron preservados por la iglesia, la sucesora de la
antigua Roma tanto cultural como políticamente.