Carlomagno cometió antes de morir el error político de dividir el gobierno del imperio entre
sus tres hijos. Su intención era que un hijo gobernara la zona central, que aproximadamente
abarcaba la región de los Países Bajos, al oeste del Rin, Lorena e Italia; otro gobernaría
Alemania, la cual se convirtió en la base del llamado Santo Imperio Romano Germánico; y al
tercero le legó Francia y el norte de España. Esta triple división, que no permaneció debido a
la muerte prematura de dos de los hijos del emperador, fue de todos modos el fundamento
para las fronteras nacionales de la Europa medieval; pero también se produjeron rivalidades,
disputas y conflictos que mantuvieron agitada a la Europa occidental.
La reforma de la iglesia causada por la abadía de Cluny.-
La sede papal fue ocupada en los siglos IX y X por hombres débiles y con frecuencia impíos.
La iglesia decaía, y la vida espiritual y moral estaba trágicamente deteriorada. El nivel
cultural era muy bajo. Los sucesores de Carlomagno restauraron el título de emperador
romano y se unieron mediante vínculos matrimoniales con la casa imperial de Constantinopla,
y por un tiempo se tuvo la impresión de que el antiguo Imperio Romano sería restaurado y
reunificado, pero no fue así. Se intentó restaurar el prestigio del papado, y varios obispos
alemanes que demostraron ser hábiles administradores ocuparon el trono papal en Roma.
Esto hizo que el papado estuviera por un tiempo bajo la supervisión del poder imperial
germano.
A mediados del siglo XI surgió en Francia un notable movimiento en favor de la reforma de la
iglesia. Comenzó en la abadía benedictina de Cluny, a 18 km. al noroeste de Macon,
Francia. El abad de Cluny estableció un estricto reglamento para su monasterio; desde
entonces salieron de ese lugar hombres consagrados, cuyo propósito era purificar la iglesia.
Esos reformadores fueron ganando posiciones de influencia en diversas partes de la Europa
occidental, y finalmente llegaron a dominar la iglesia.
La reforma de Cluny tenía un programa definido. Insistía principalmente en una reforma de la
vida monástica, que se había deteriorado. El monasterio tenía derecho, por supuesto, a
exigir una reforma únicamente a nivel monástico; pero a medida que sus alumnos salían y
ocupaban lugares de influencia en la iglesia, la reforma alcanzó un programa más amplio:
exigía un cambio total en la vilda del
LA IGLESIA EN LA ÉPOCA DE CONSTANTINO
33 clero, que las propiedades de la iglesia fueran administradas para el bien de la Iglesia y
no de los que la administraban. Los reformadores pedían, para lograr esos fines, que la
iglesia fuera liberada del control de los reyes y de la nobleza porque, después de todo, no
eran más que laicos, y también pedían pleno apoyo a los derechos de la iglesia.
Puesto que la mayoría de los obispos y abades de la iglesia, que ejercían gran influencia
política, eran de sangre noble, fue necesario que los reyes y los duques consiguieran que se
nombrara para altos cargos eclesiásticos a hombres que cooperaran con ellos en la
administración de sus reinos y ducados: Por eso llegó a ser común que los obispos y los
abades fueran nombrados por el imperio y sus representantes, y los reformadores de Cluny
insistían en que esta costumbre debía cesar. La investidura de obispos y abades debía estar
bajo la autoridad del papa y depender de sus representantes sin la intervención de la
aristocracia laica.
Los reformadores de Cluny condenaban, por lo tanto, el crimen de la simonía (la compra de
cargos eclesiásticos) y el nombramiento de una persona para un cargo religioso por