Página 25 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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Hildebrando fue elegido papa en 1073, y tomó el nombre de Gregorio VII. Enrique IV era
entonces un joven de 22 años que trabajaba activamente para consolidar su dominio sobre el
imperio. El nuevo papa se dirigió bondadosamente al joven monarca con la evidente
esperanza de que lo considerara como a un padre y consejero; pero esa amistosa relación se
deterioró poco a poco. Enrique no estaba dispuesto a que el papa determinara quién debía
ocupar los obispados alemanes, y finalmente desafió al papa. Entonces, Gregorio Vll
excomulgó a Enrique IV. La aplicación del entredicho sobre Enrique IV significaba que todos
los nobles y obispos alemanes que se oponían al programa del joven monarca aprovecharían
la excomunión como una excusa para repudiarlo como emperador y colocar a otro en su
lugar.
Esta combinación de circunstancias propició el famoso episodio de Canossa, que hasta el día
de hoy es difícil de analizar y evaluar. La excomunión fue decretada en 1076. Enrique
comprendió la amenaza que ese entredicho representaba para su futura carrera y
acompañado por dos obispos alemanes cruzó los Alpes en lo más crudo del invierno con la
esperanza de llegar a algún arreglo con Gregorio. Pero Gregorio había partido para
Alemania, pues los nobles le habían pedido que fuera para que se preparara la elección de
un nuevo emperador. Gregorio había viajado hasta el castillo toscano de Canossa, y allí
llegó Enrique para pedirle una audiencia. El papa no estaba seguro de lo que debía hacer o
decir. Sabía que Enrique era incapaz como gobernante y que ahora tenía la oportunidad de
desplazarlo; pero, por otro lado, si Enrique estaba sinceramente arrepentido, su deber como
papa era absolverlo. Esta vacilación hizo que Gregorio mantuviera a Enrique esperando tres
días fuera de los portones del castillo en el frío de enero, el mes más crudo del invierno
europeo. Finalmente le concedió audiencia al arrepentido Enrique, y cuando el monarca se
arrodilló delante de él, lo absolvió.
Gregorio regresó a Roma porque comprendió que era inútil continuar su viaje a Alemania en
ese momento debido al giro que habían tomado los acontecimientos. Enrique regresó a
Alemania, llevó a feliz término su conflicto con los nobles y se restableció como monarca; sin
embargo, su gobierno siempre fue perturbado y nunca logró una verdadera paz con Gregorio.
Enrique expulsó a Gregorio de Roma antes de que éste muriera, y en su lugar colocó a un
antipapa, el cual, a su vez, coronó a Enrique como emperador. Gregorio murió en el exilio.
Se afirma que dijo 35: "He amado la justicia y he odiado la iniquidad; por eso muero en el
exilio".
Enrique V, hijo de Enrique IV, continuó con la disputa sobre las investiduras, pero finalmente
en el año 1122, se llegó a un arreglo conocido como el concordato de Worms. Según los
términos de ese convenio, el papa de Roma, o su representante, debía nombrar obispos para
que ocuparan las vacantes, pero con la aprobación del monarca correspondiente. Un legado
papal debía investir al obispo con su autoridad eclesiástica y su insignia, y un representante
del emperador le concedía la investidura con sus poderes seculares. Esto fue sólo una
componenda, ya que tuvo eficacia como un recurso transitorio que sólo logró una paz
intranquila, pues, en realidad, se produjeron graves luchas entre la iglesia y el Estado. La
cuestión significaba más que determinar si la iglesia debía verse libre de la dominación del
Estado. Como aquélla representaba el factor espiritual, pretendía tener una autoridad
superior, pues hablaba en nombre de Dios. Debía, pues, decidirse si la iglesia dominaría al
Estado, o si ambos debían proseguir juntos mientras la iglesia continuaba poseyendo
grandes recursos materiales, lo cual le permitía una inmensa influencia política. Sucedió
lógicamente lo que era de prever: cuando los gobernantes eran débiles y el papa fuerte,
dominaba la iglesia; y cuando sucedía lo opuesto, el brazo secular podía ejercer el poder
mayor. Como resultado sufrieron tanto la iglesia como el Estado, y también se perjudicaron la
paz y el progreso de la Europa occidental.