Zac. 10: 2-3; 11: 3-9). El nombre "Babilonia" se refiere a las organizaciones y a sus
dirigentes, y no tanto a sus miembros, los cuales son llamados "muchas aguas" (Apoc. 17: 1,
15) y los "moradores de la tierra" (vers. 2; cf. vers. 8).
MADRE DE LAS RAMERAS.
Como ya se hizo notar, "Babilonia la grande" incluye al protestantismo apóstata en el tiempo
que aquí se considera; por lo tanto, las hijas de esta "madre" son las diversas organizaciones
religiosas que componen el protestantismo apóstata.
ABOMINACIONES.
Ver com. vers. 4.
6.
Ebria.
Ver com. vers. 2. En sentido general puede decirse que Babilonia está "ebria" con la sangre
de los mártires de todos los siglos (cf. cap. 18: 24); pero en un sentido más inmediato, con la
de los mártires futuros durante las escenas finales de la historia del mundo. Dios considera
culpable a Babilonia de la sangre de aquellos cuya muerte decretará, pero que se le impedirá
matar (ver CS 686). Babilonia está completamente embriagada por su éxito en lo pasado al
perseguir a los santos (ver com. Dan. 7: 25; Mat. 24: 21; cf. Apoc. 6: 9-11; 18: 24), y también
por la perspectiva de que pronto tendrá la satisfacción de completar su sangrienta tarea (ver
coro. cap. 16: 6; 17: 14; cf. CS 686).
Sangre.
Ver com. cap. 16: 6.
Santos.
Ver com. Hech. 9: 13; Rom. 1: 7.
Mártires.
Gr.
mártur
, literalmente "testigo" (ver com. cap. 2: 13). Cf. Isa. 47: 6; Jer. 51: 49; ver com.
Apoc. 18: 24.
De Jesús.
Lo que quizá signifique "que dieron testimonio respecto a Jesús", en primer lugar con sus
palabras, y después con su martirio. Fueron muertos porque persistieron en testificar por
Jesús y su verdad y fueron leales a su nombre aun al precio de sus vidas.
Cuando la vi.
No es claro si se refiere a todo lo que Juan había visto en los vers. 3-6, o sólo a la conducta
de la mujer en el vers. 6, el clímax de su proceder criminal. La respuesta del ángel ante el
asombro de Juan (vers. 7) puede insinuar lo primero.
Quedé asombrado con gran asombro.
El texto griego refleja una expresión idiomática típicamente hebrea. El ángel había llamado a
Juan para que fuera testigo de la sentencia que se pronunciaría contra Babilonia, la prostituta
religiosa (vers. l), y el apóstol quizá esperaba ver un cuadro de completa ruina y degradación;
pero en vez de esto vio a una mujer vestida con atavíos costosos y magníficos, en estado de
embriaguez y sentada sobre una espantosa bestia. Un ángel ya le había dicho algo a Juan
acerca de esta "mujer" corrompida (cap. 14: 8; 16: 18-19); pero ahora se le presenta un relato