Página 37 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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que en gran medida habían estado adormecidas antes del período de la Reforma se
manifestaron y se dejaron sentir con fuerza y premura.
Durante más de 800 años la amenaza máxima para el Occidente había sido la presión
musulmana. Los moros se habían establecido en España, y los turcos continuaban
avanzando desde el Oriente aproximándose más y más al corazón de Europa. El peligro
musulmán se hacía sentir aún más en los países donde se había producido la Reforma.
Durante un tiempo Lutero estuvo tan impresionado por la amenaza turca, que en varias
ocasiones predicó sermones instando a una cruzada contra los turcos. También temía que
se produjera el fin del mundo antes de que pudiera completar la traducción del Antiguo
Testamento al alemán.
Entre los factores más significativos que se presentaron en la Europa occidental
aproximadamente a comienzos del siglo XVI, están los siguientes:
Aparición del nacionalismo.-
Surgieron Estados fuertes y centralizados que amenazaban tanto al poder internacional, más
o menos indiscutido, que mantuvo el papado durante la Edad Media, como al predominio del
Santo Imperio Romano Germánico en la Europa central. Gradualmente evolucionaron
naciones independientes que se transformaron en monarquías absolutas, cuyas formas de
gobierno finalmente se convirtieron en modelos para toda la Europa occidental.
España predominó durante el siglo XVI. Las enormes riquezas que obtenía del Nuevo Mundo
y el rápido acrecentamiento de su poder naval, significaban una gran amenaza para otras
naciones. Francia, donde existían fuertes partidos protestantes dentro de su estructura
política, fue arrastrada a una serie de sangrientas guerras civiles y religiosas. Finalmente
Enrique IV de Navarra, el primer rey borbón, un ex hugonote, impulsó a Francia por una
senda de expansión y colonialismo que dio como resultado, en el siglo siguiente, el
absolutismo monárquico de Luis XIV y la hegemonía de Francia en el continente.
El espíritu nacionalista se impuso en Inglaterra en el siglo XVI cuando, bajo el gobierno de los
Tudor, el país se expandió independiente de la interferencia papal, y se desarrolló como una
nación que finalmente logró el dominio de los mares superando a España y a Holanda y
adquiriendo un vasto imperio colonial. Esta tendencia irresistible hacia el nacionalismo
individual tuvo que ver con la Reforma religiosa.
En el siglo XVI la religión era el factor predominante. Los grandes soberanos de Europa
tenían que hacer frente a esa realidad que afectaba a sus países. En Inglaterra, Enrique VIII
(1509- 1547) entró en conflicto con Roma. En Francia, Francisco I (1515-1547) oscilaba
constantemente entre la influencia católica y la protestante, dependiendo de la forma en que
soplaban los vientos de la política. Cuando el rey necesitó la alianza o el apoyo de los
príncipes luteranos de Alemania en su lucha contra Carlos V, transitoriamente se permitió en
Francia una forma atenuada de protestantismo. Carlos V (1519-1556), cabeza del Santo
Imperio Romano Germánico, emperador de Austria y soberano de los Estados alemanes, fue
el más poderoso gobernante de la Europa central. Sus dominios se extendían desde Austria
hasta el 48 Nuevo Mundo, y desde los Países Bajos (hoy Holanda y Bélgica) hasta España e
Italia.
Esta situación política favoreció directamente a la Reforma, pues las ambiciones del
emperador de Austria y del rey de Francia dieron como resultado un constante estado de
guerra entre los dos soberanos. Esta circunstancia desvió repetidas veces la atención de
Carlos V del propósito de toda su vida: aplastar la Reforma. Era un firme católico, movido por
el anhelo de mantener el orden y de establecer la unidad de sus vastos dominios esparcidos
por todo el globo, y Felipe II, su hijo, fue un católico aún más fanático.