Página 39 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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El aumento de la ciencia y de la riqueza fueron también un reto y una amenaza para el
cristianismo; una amenaza, porque aumentó el deseo de riquezas y fomentó la explotación
por motivos egoístas de los continentes recién descubiertos. La avidez por el oro con
frecuencia resultó en la opresión de los aborígenes y aun en su extinción; sin embargo, los
cristianos fueron impulsados como nunca antes a llevar el cristianismo hasta los lugares más
lejanos. La idea de ir como misioneros a ultramar fue el resultado natural de la conquista y la
colonización y una motivación para esa clase de misiones. Para la Iglesia Católica fue una
amenaza porque incitaba a los hombres a pensar por sí mismos.
Inquietud intelectual.-
El reavivamiento de la cultura liberal y un nuevo espíritu de examinar bien las cosas, ayudó a
desenmascarar ciertos documentos fraudulentos que se habían usado durante unos ocho
siglos para fundamentar la autoridad de la iglesia; por ejemplo, las Seudodecretales de
Isidoro y la Donación de Constantino. El vacilante fundamento de los sistemas medievales
fue afectado por la nueva forma de pensar. Los nuevos conceptos elaborados por los
humanistas de la Europa del norte se difundían rápidamente en las universidades y mediante
folletos provenientes de las prensas de Basilea y París. El entusiasmo por la nueva cultura
fue también un estímulo y una amenaza para los cristianos; un estímulo, porque ofrecía
posibilidades casi ilimitadas para la propagación del Evangelio, para lo cual los nuevos
inventos eran una ayuda inesperada; y una amenaza, porque el espíritu de crítica escéptica
podía minar fácilmente los fundamentos de una fe cristiana positiva. Esta posibilidad se puso
de relieve en la disputa entre Lutero y Erasmo acerca de la libertad de la voluntad humana.
Erasmo sostenía la idea de que la voluntad es libre, mientras que Lutero argumentaba,
apoyándose supuestamente en la Biblia, que la voluntad está sometida a servidumbre.
Erasmo no se ganó la confianza de todos los protestantes, y la jerarquía católica colocó sus
libros en el Index después del Concilio de Trento (1545-1564).
Erasmo de Rotterdam (1466?-1536) es llamado el príncipe de los humanistas. Su viva
inteligencia y su vasto conocimiento contribuyeron mucho al movimiento de reforma en su
tiempo. El ideal de Erasmo era llegar a la conciencia de la cristiandad mediante los Escritos
Sagrados, y para ese fin publicó (1516) el NT en griego (ver t. V, p. 143). El texto estaba
acompañado de una traducción literal con anotaciones. Lutero usó este texto en sus
conferencias sobre Gálatas, y pudo darse cuenta mediante el texto de Erasmo de las
inexactitudes de la Vulgata. Este texto griego hizo posible que Martín Lutero tradujera el NT
en el corto lapso de unos pocos meses. Alemanes de renombre, como Reuchlin por ejemplo,
también contribuyeron al conocimiento y divulgación del Evangelio.
Tomás Moro (o More), el autor de Utopía, concebía en Inglaterra un mundo ideal de felicidad
y justicia social, en tanto que Juan Colet, de Oxford, procuraba resolver los problemas de su
tiempo por medio de la educación. Los humanistas, 50 que eran los intelectuales de la era
de la Reforma, procuraban llegar a la solución de las dificultades de su época volviendo al
modo de pensar de la antigüedad griega y romana. Sostenían que el hombre puede salvarse
por sí mismo, y que la forma en que mejor puede ser ayudado es por medio de la educación y
un liderazgo bien instruido. Colocaban el énfasis del progreso en los medios humanos y no
en los divinos.
Inquietud económica.-
Otra característica significativa de este período fue un gran aumento de la riqueza, lo que se
debió en parte al descubrimiento de oro en los continentes recién descubiertos y, en parte,
debido a mejores métodos comerciales; sin embargo, esa riqueza en gran medida estaba a
disposición de unos pocos príncipes y la mayor parte de las tierras estaban en poder de la
iglesia. En Alemania, por ejemplo, la Iglesia poseía casi la mitad de la tierra; la situación era