Página 40 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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similar en Francia. Los siervos y los campesinos que trabajaban los campos estaban ligados
a éstos y no tenían libertad. Les estaba prohibido pescar o cazar en la tierra donde
trabajaban, y podía castigar hasta con pena de muerte derribar un árbol en esa propiedad.
La gente de los días del Renacimiento generalmente sufría de hambre y de frío. La gran
mayoría no podía vivir con sus míseros ingresos. Martín Lutero se refirió a esas deplorables
condiciones económicas en su tratado de 1520, dirigido
A la nobleza cristiana de la nación
alemana
. Indicaba que los tiempos habían cambiado y que los pobres no podían ser
oprimidos por más tiempo. Los campesinos entendieron que eso significaba que Lutero de
allí en adelante sería su portavoz y defensor.
Supersticiones.-
La creencia en los méritos de las obras y en el poder milagroso de las reliquias fue
cínicamente respaldada y fomentada por la iglesia. Casi cada príncipe y con seguridad cada
iglesia, tenían reliquias que eran una importante fuente de ingresos. La "religión de las
reliquias" predominaba en los días de Lutero. Federico el Sabio, elector de Sajonia, príncipe y
amigo de Lutero, era un celoso coleccionista de reliquias. En 1509 tenía 5,005 objetos en su
colección, y en 1520 había aumentado hasta el punto de incluir 19,013 "huesos sagrados".
Los que contemplaban las reliquias en el Día de Todos los Santos (l.º de noviembre) y
entregaban la contribución estipulada, podían recibir indulgencias papales para la reducción
del tiempo de castigo en el purgatorio para sí mismos o para otros, hasta un total de
1,902,202 años y 270 días. Lutero exclamó con sumo desprecio en una ocasión: "¡Qué de
mentiras hay en cuanto a las reliquias! Uno pretende tener una pluma del ala del ángel
Gabriel, y el obispo de Mainz tiene una llama de la zarza ardiente de Moisés. ¿Y cómo es
que hay dieciocho apóstoles sepultados en Alemania cuando Cristo sólo tuvo doce?"
(Rolando H. Bainton,
Here I Stand
, p. 296).
Frente a la iglesia de San Juan de Letrán, en Roma, está la
Scala Sancta
, con los 28
escalones que se suponía que habían estado frente al palacio de Pilato. El que ascendía
esos escalones sobre sus rodillas, repitiendo un Padrenuestro en cada uno, se creía que
conseguía la liberación de un alma del purgatorio.
Indulgencias.-
En la iglesia se enseñaban y practicaban penitencias desde antes el Concilio de Nicea (325
d. C.). Estas incluían los siguientes pasos:
(1) contrición del corazón, (2) confesión de boca, (3) satisfacción mediante buenas obras y
(4) absolución o perdón de los pecados, que era pronunciada por el sacerdote en el nombre
de Dios. Durante el siglo VIII, en algunos países, por lo menos algunas de las buenas obras
podían ser sustituidas por una compensación monetaria hecha a la iglesia. Este fue el origen
de las indulgencias. Las primeras fueron concedidas en el siglo XI a los que "con devoción"
fueron a las cruzadas y también a los que hacían ciertas contribuciones para los cruzados o,
más tarde, para los varios proyectos de la iglesia. La absolución precedía ahora a la
prescripción de la penitencia. La penitencia fue 51 declarada un sacramento en el siglo XIII
(ver t. VI, p. 46); pero transcurrió más de un siglo antes de que la teología de las indulgencias
fuera explicada como un pago de la deuda de la penitencia a la "tesorería de los méritos" de
la iglesia, del cual el papa podía sacar y conceder. Se prometía que junto con la confesión
del penitente al sacerdote, Dios perdonaba al
culpable
los pecados confesados y lo libraba
del castigo
eterno
; pero que el pecador aún tenía que sufrir el castigo
temporal
en esta vida o
en el purgatorio antes de que pudiera entrar en el cielo. Una indulgencia era el perdón de
todo o de parte del castigo temporal que era necesario pagar debido al pecado aun después
de que el pecador había sido perdonado. El perdón era concedido con la condición de la
penitencia y de hacer las buenas obras que se prescribían, como oraciones u otras buenas