Página 41 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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obras, o dar dinero a la iglesia.
La tesorería de méritos.-
Se creía que los mártires, los santos, los apóstoles y especialmente nuestro Señor y su
madre, habían sobreabundado en buenas obras, y que lo que excedía de lo necesario para
su propia salvación había sido depositado en un supuesto "tesoro de méritos". Se decía que
ese excedente de los méritos de los santos se podía transferir a aquellos cuya deuda con la
divina justicia no estaba cancelada, y, por supuesto, el papa, como pretendido sucesor de
San Pedro, tenía las llaves de la "tesorería de los méritos" y podía liberar a una persona del
castigo temporal dándole un crédito de esa "tesorería". Esa transacción se llamaba
indulgencia. Lutero discutió más tarde este punto ante el cardenal Cayetano en Augsburgo,
en 1518.
Por lo tanto, el valor práctico de las indulgencias era el perdón del castigo que le
correspondía a una persona después de que había recibido la absolución. Pero
precisamente 50 años antes del tiempo de Lutero, el papa Urbano IV había declarado que la
eficacia de las indulgencias se extendía hasta el purgatorio para beneficio de los muertos
como un medio de sufragio, y también para los vivos como un medio para perdón de los
pecados y remisión de los castigos correspondientes. De ese modo las indulgencias no sólo
prometían la reducción del castigo sino aun el perdón de los pecados.
Tendencias encubiertas de reforma.-
Aun antes de que Martín Lutero comenzara a demandar una reforma en la Iglesia, entre
piadosos y sencillos cristianos se había propagado una fe que se remontaba a los lolardos,
los husitas, los valdenses y los Hermanos de la Vida Común. Todos ellos pedían la
traducción y circulación de la Biblia y la lectura de publicaciones de índole religiosa. Muchos
de esos movimientos anteriores a la Reforma fueron básicamente místicos. Los místicos
verdaderamente evangélicos ponían énfasis en una vida de oración y meditación y en llegar
hasta Dios sin necesidad de un sacerdocio intermediario. Destacaban la necesidad de una
religión del corazón y de los sentimientos, y no dependiente de los teólogos. Esta profunda
vida religiosa y piadosa fue un medio importante para preparar el camino de la Reforma en el
corazón de millares.
En términos generales, esos primeros intentos de reforma no tenían el propósito de producir
una separación de la Iglesia Católica; en realidad, ninguno había comenzado con la intención
de desprenderse de la iglesia. Muchos de esos grupos anteriores a la Reforma continuaban
aceptando a los sacerdotes y los ritos de la iglesia, pero sólo como una ayuda para la vida
espiritual. Aun Martín Lutero no pensó al principio en separarse de la iglesia; sólo quería
corregir los abusos. En realidad, los grandes reformadores no se separaron de la iglesia
porque estuviera corrompida en sus prácticas y en su enseñanza, sino porque la iglesia se
negó a aceptar el principio de las Sagradas Escrituras como la base de sus enseñanzas. Los
reformadores se preocupaban porque hubiera una transformación en la vida, pero 52 aún
más por la aceptación del principio de la justificación por la fe. El choque principal de los
reformadores con la Iglesia Católica se debió a la aceptación o el rechazo de los grandes
principios de la Reforma:
(1) la Biblia como la única autoridad aceptable en cuanto a fe y conducta, (2) únicamente la
justificación por la fe sin el mérito de las buenas obras, y (3) el sacerdocio de todos los
creyentes. Cuando la Iglesia Católica rechazó estos principios, fue inevitable el gran cisma
en la iglesia occidental.
III. La Reforma en Alemania