Página 47 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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si no hubiera sido por el fanatismo de dirigentes extraviados como Tomás Münzer.
Lutero afirmaba que los campesinos nunca debían usar la fuerza, y claramente les advertía
que si tomaban la espada perecerían a espada; sin embargo, esas advertencias no fueron
escuchadas y los campesinos comenzaron a dedicarse al pillaje, a asesinar y a invadir las
tierras de sus señores. Lutero se sintió obligado a actuar. En su furibundo opúsculo
Contra
las hordas de campesinos asesinos y ladrones
declaraba que puesto que los campesinos
habían desoído sus advertencias y tomado la espada, se sentía obligado a exhortar a los
señores para que establecieran el orden por la fuerza de las armas. "Heridlos, matadlos,
apuñaladlos" como a perros rabiosos, ordenaba (Bainton,
Id
., p. 280). Desde ese momento
los campesinos del sur de Alemania consideraron a Lutero como un traidor; y esa actitud del
reformador fue una razón para que se perdieran para el protestantismo los Estados del sur de
Alemania. Aunque Lutero prácticamente no tenía otras opciones en este asunto, a partir de
ese momento dio su apoyo a los príncipes antes que al pueblo cuando los intereses de
ambos estaban en pugna. Este proceder de Martín Lutero es defendido por algunos
historiadores como inevitable; otros lo condenan como un error irreparable.
Lutero también encontró dificultades con el radicalismo y fanatismo crecientes de ciertos
extremistas religiosos a quienes se refería como
Schwärmer
(fanáticos). Entre ellos estaba
su ex colega Andrés von Carlstadt, el cual tenía puntos de vista divergentes en cuanto a la
Santa Cena, que consideraba como un mero recordativo y no un sacramento (ver t. VI, p. 46).
Ulrico Zwinglio, de Zurich, tenía la misma opinión de Carlstadt, y puesto que esta enseñanza
acerca de la Cena del Señor era otra amenaza para la unidad de los protestantes, el príncipe
Felipe de Hesse pidió que los paladines de cada facción se reunieran en Marburgo, en 1529,
para allanar sus diferencias. Es evidente que el príncipe también tenía el propósito de que
hubiera unidad política. No desaparecieron las diferencias de opiniones entre Lutero y los
otros, y se amplió la brecha entre los luteranos, por un lado, y los reformados o evangélicos,
por el otro. 58
La dieta de Augsburgo y la liga de Esmalcalda.-
Los partidarios de Lutero presentaron su confesión de fe, la
Confessio Augustana
, redactada
por Felipe Melanchton, ante la dieta imperial de Augsburgo, en Baviera, en 1530. Lutero no
estuvo presente en Augsburgo porque estaba bajo el entredicho imperial y no podía salir de
Sajonia. Esta confesión fue una declaración de las creencias luteranas notablemente
completa y bien meditada, completamente libre de elementos de polémica. En realidad,
parecía demasiado suave para muchos, incluso para Lutero, que esperaba en el castillo de
Coburgo, en el sur de Sajonia, mientras sus correligionarios luteranos estaban en Augsburgo.
Había muchas personas destacadas en Alemania que pensaban que aún era posible una
reconciliación entre católicos y protestantes; pero fue evidente que sólo era un sueño, y se
hizo necesario que los príncipes luteranos de Alemania formaran una alianza conocida como
la Liga de Esmalcalda, en 1531. La guerra entre los dos bandos estalló 15 años más tarde.
Los artículos protestantes de Esmalcalda, en 1537, claramente presentaban los puntos de
diferencia con Roma. La paz de Augsburgo concedió en 1555 a luteranos y católicos iguales
derechos en Alemania, sobre la base de un principio adoptado en 1526 en la dieta de Spira,
que requería que un residente en cualquier Estado alemán aceptara la forma de religión
profesada por su príncipe si deseaba permanecer en ese Estado.
IV. La Reforma en Suiza y Francia
Ulrico Zwinglio.-
Ulrico Zwinglio (1484-1531) nació en las montañas de la Suiza oriental, y estudió en Basilea,
Berna y Viena. Durante diez años actuó como sacerdote en Glarus. Como sacerdote y más