¿Entiende lo que lee?
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Todo lo que hoy llamamos Antiguo Testamento fue escrito en hebreo. Bueno,
en realidad casi todo, ya que algunas porciones fueron escritas en otro idioma, a
saber, el arameo (Esd. 4:8-6:18; 7:12-26; Jer. 10:11; Dan. 2:4-7:28).
Siendo que un idioma no solo comunica mensajes, sino también una forma
de pensar, estoy seguro que le resultará útil saber que el pensamiento hebreo no es
abstracto (como el tipo de pensamiento que heredamos de los griegos), sino
concreto. Por lo tanto, a fin de comunicar ideas y conceptos, el hebreo lo hace a
través de imágenes. De ahí que, en el Antiguo Testamento, la sabiduría sea
presentada como una persona (Prov. 8), los sentimientos se expresen mediante
acciones (Éxo. 1:17) y que a Dios se le atribuyan frecuentemente características
humanas (antropomorfismos; vea Isa. 6:1; Gén. 6:6).
Un vívido ejemplo de esto es el acto de enojarse, ya que en hebreo esta
acción alude al gesto en la nariz de quien se irrita. Por eso, cuando en la Biblia se
menciona que Dios es “tardo para la ira” (Éxo. 34:6), lo que el texto literalmente dice
es “nariz larga”, gráfica descripción de la “tardanza” del Señor en fruncir el ceño,
esto es, en airarse.
Otro marcado contraste entre el hebreo y nuestro idioma es que este se lee
de derecha a izquierda y del final hacia el principio. Esto, lejos de ser una mera
diferencia en la forma de leer, de nueva cuenta tiene algo importante que decirnos
respecto a la forma hebrea de pensar. Mientras que nosotros estamos
acostumbrados a razonar de causa a efecto, los escritores del Antiguo Testamento
lo hacían de forma inversa, es decir, de efecto a causa. Algo que, por ejemplo en
los capítulos 7 al 9 de Daniel, nos permite entender por qué este libro presenta
primero el reino eterno de Cristo (cap. 7), luego su ministerio sacerdotal (cap. 8) y
finalmente su ministerio y muerte en la cruz (cap. 9). Orden que, en nuestro caso,
seguramente hubiéramos invertido (primero la muerte, luego su sacerdocio y, hasta
el final, el triunfo de su reino eterno).
Tales son, pues, apenas algunos de los rasgos característicos del hebreo
bíblico. Lengua que, como puede notar, se constituyó en un medio adecuado para
comunicar el mensaje divino registrado en el Antiguo Testamento.