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¿Entiende lo que lee?
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¿Y el griego?
Como es bien sabido, el griego del Nuevo Testamento no es el de la
literatura clásica, sino el
koiné,
la lengua popular o común hablada por los griegos
desde tiempos de Alejandro Magno (siglo IV AC) hasta el siglo VI DC,
aproximadamente.
Caracterizado por ser una lengua vigorosa y con el sabor de la vida
cotidiana, también fue lo suficientemente flexible en las manos de los escritores del
Nuevo Testamento como para asimilar, casi de manera idéntica, palabras hebreas y
arameas. Tal es el caso, por ejemplo, de las expresiones:
abba
(“padre”, en Mar.
14:36);
hosanna
(“salva ahora”, Juan 12:13) y
talita, cumi
(“niña, a ti te digo,
levántate” (Mar. 5:41).
No obstante, la influencia que el hebreo tuvo sobre los escritos del Nuevo
Testamento fue mucho mayor que eso. Pese a tener que utilizar el griego (lengua
franca de su época) para trasmitir el evangelio, los escritores neotestamentarios no
dejaron de pensar de acuerdo a sus raíces hebreas. Consideración que, a la hora
de tratar de entender el término griego
eirene
(“paz”), nos lleva a ver en él algo
mucho más profundo. Mientras que los griegos comúnmente entendían la paz como
un estado opuesto al de la guerra, lo contrario a ella, es evidente que el apóstol
Pablo rebasa este concepto al referirse al estado de bienestar supremo que puede
alcanzar la relación entre Dios y el hombre (compare 2 Cor. 1:2 con Rom. 5:1), el
cual indudablemente está más asociado con el concepto hebreo
Shalom.
Caso parecido es el de la palabra griega
nomos
(“ley”), que los escritores
bíblicos relacionaron con el concepto hebreo
torah
(“instrucción”), y con los libros en
donde esta fue registrada (vea, por ejemplo Mat. 5:17; 22:40; Luc. 24:44; Gál. 5:14),
más que con el concepto legal y de orden social que en general los griegos le
atribuían.
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Basten estos ejemplos, por lo tanto, para mostrar que el griego del Nuevo
Testamento, pese ser un idioma visiblemente distinto al usado por los primeros
escritores bíblicos, sin duda también contribuyó a trasmitir eficazmente su mensaje.
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Los griegos asociaban la palabra
nomos
con aquello que está bien hecho y cuyo fin, por lo
tanto, es contribuir a la obtención del orden en la sociedad. Pensamiento que prevaleció en tiempos
del imperio romano, cuando se escribió el Nuevo Testamento.