¿Entiende lo que lee?
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Otro ejemplo al respecto es el conocido pasaje de Joel 2:32: “Y todo aquel que
invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén
habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá
llamado”.
Si su Biblia contiene referencias, ya sean marginales o al pie del texto, podrá
notar que este versículo fue citado, muchos años después de su escritura, tanto por el
apóstol Pedro (Hech. 2:21) como también por Pablo (Rom. 10:31). En el primer caso,
el escritor inspirado nos informa del cumplimiento eclesiológico de esta profecía del
Antiguo Testamento:
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Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi
Espíritu sobre toda carne… El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que
venga el día del Señor, Grande y manifiesto;
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor,
será salvo.
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios
entre vosotros… a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos
los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella (Hech. 2:16, 20-
24).
Por su parte, el apóstol Pablo aplica el cumplimiento de esta profecía en el
contexto de su discusión respecto al verdadero Israel (Rom. 9-11), resaltando que
este nombre no es más un término o privilegio étnico:
Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay
diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los
que le invocan;
porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo
(Rom. 10:11-13).
Sin embargo, como puede ver, ninguno de los dos pasajes menciona la parte
final del texto original del libro de Joel: “porque en el monte de Sión y en Jerusalén
habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá
llamado” (2:32). Además, aunque en Hechos 2 se hace referencia a los eventos
cósmicos (oscurecimiento del sol, luna convertida en “sangre”, etc.) estos fenómenos
obviamente no se cumplieron durante la predicación de Pedro, aquel día de
Pentecostés. Punto que nos permite confirmar que el cumplimiento eclesiológico es
de naturaleza parcial y, por lo tanto, aún requiere que busquemos el cumplimiento
glorioso, literal y final (“apocalíptico”) de esta profecía. Seguramente ya imagina en
que libro podremos encontrarlo, ¿cierto?
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Dado que Cristo no necesitaba salvación (el tema de la profecía en cuestión) no es necesario
buscar la etapa de cumplimiento cristológica de esta profecía.