disminuir ni opacar. Cristo es el premio del cris tiano, y su presencia en nosotros es evidencia y
anticipo de nuestra salvación (Col. 1:27).
Sardis: una iglesia de brillantes perspectivas
La ciudad de Sardis
Ninguna de las siete ciudades del Asia había tenido un pasado más glorioso que el de
Sardis, y ninguna estaba más lejos de vivir a la altura de su antigua gloria.
La fama de esta ciudad se debía a las inmensas riquezas y al poderío militar que ella
había alcanzado en los siglos pasados cuando era capital del imperio de Lidia.
Las primeras viviendas de Sardis se habían establecido sobre una estribación o extensión
pedregosa del Monte Tmolo, y aun cuando la población aumentó y ya no cabía en el monte, las
edificaciones en la cima sirvieron de acrópolis, o sea de fortaleza militar, y casas de gobierno
para la ciudad que se iba extendiendo alrededor de la base de la montaña. Las fortificaciones
sobre la espuela eran casi inexpugnables, pues resultaba muy difícil para un ejército enemigo
escalar los lados casi verticales del monte para atacar la fortaleza.
Además, el caudaloso río Pactolo circundaba la estribación por tres lados, formando una
especie de foso o canal estratégico para la acrópolis. Esta situación ventajosa fue uno de los
factores que a Sardis le dio su fama como fortaleza militar.
Por otra parte, las arenas del río contenían oro y a esto se debía en parte la inmensa
riqueza de la ciudad. Llegó a ser tanta la prosperidad de Sardis en el tiempo del gran rey Creso
que la expresión "tan rico como Creso" es un dicho que ha durado hasta nuestros días.
Solón (c. 638-558 a.C.), el que tenía fama de ser el más sabio entre los griegos, llegó a
visitar Sardis y se maravilló del esplendor y lujo de que disfrutaba Creso.
El "arma secreta" de Ciro
Estaba Sardis en el apogeo de su fama cuando sufrió una derrota ignominiosa. Creso
había extendido y fortalecido tanto su reino que Lidia llegó a ser rival de Babilonia y de Egipto.
Pero en el año 549 a.C., Ciro el Grande salió del oriente y se dirigió hacia Sardis.
Tranquilamente Creso se preparó para el enfrentamiento. Contaba con una infantería
bien adiestrada y una magnífica caballería.
Pero sus tropas nunca tuvieron la oportunidad de demostrar su capacidad, debido a un
"arma secreta" que portaba Ciro: un escuadrón de camellos. Cuando los caballos de Creso
vieron a los camellos, y más cuando sintieron su olor, se llenaron de pánico. No hubo manera
de detenerlos y huyeron despavoridos. En pocos instantes el campo de batalla se convirtió en
un caos y el resultado para Creso fue una batalla perdida sin haberla peleado.