Página 9 - El atardecer y la noche de la Iglesia

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profética de la segunda etapa en la historia de la iglesia, o sea del tiempo de la persecución de
la iglesia por parte de Roma durante los años 100-313 d. C.
Antes del año 100, la persecución que sufrió la iglesia fue esporádica, casi diríamos
caprichosa. Todavía no eran muy numerosos los creyentes, y pocas veces los enemigos
organizaban una persecución dirigida contra cristianos por serlo, sino que sufrían por una
persecución contra los judíos muchos romanos los veían como una secta judía, o cuando
rehusaban quemar incienso ante los altares de Roma.
Pero, alrededor del año 100, el emperador Trajano estableció una nueva política para
con los cristianos que sería seguida en forma más o menos constante durante los próximos 200
años. Decía Trajano que los cristianos no debían ser buscados para perseguirlos, pero que si
alguien levantaba una acusación contra ellos, debían ser interrogados y obligados a renunciar
a su fe o morir.
Como resultado de esta política no muy lógica, durante la mayor parte de esta etapa, la
persecución de los cristianos no fue sistemática ni universal, sino más bien caprichosa y
esporádica, aunque muchas veces muy cruel.
"Tendréis tribulación por diez días", dijo Cristo. Estas palabras denotan un
sufrimiento que no iba a durar demasiado tiempo. Podría ser agudo, pero no resultaría en el
exterminio de la iglesia. Y, en efecto, así sucedió: durante esa época hubo temporadas cuando
el sufrimiento de la iglesia fue severo. Y algunas de ellas, en efecto, duraron alrededor de diez
años, tiempo que correspondería a los "diez días" que menciona la profecía.
Por ejemplo, durante el tiempo de Antonino Pío (128-161), los cristianos fueron
acusados de ser responsables de una serie de terremotos ocurridos en Asia Menor. Miles
murieron, entre ellos el famoso Policarpo, obispo de Esmirna.
Bajo Marco Aurelio (161-180), unos filósofos griegos acusaron a los cristianos de
graves crímenes, y se desató un período de persecución por demás terrible.
Trajano Decio (249-251) vio que la fe cristiana se había propagado tanto que
amenazaba la existencia misma de la religión pagana y ordenó el exterminio del cristianismo.
La severidad de esta disposición fue moderada sin duda por su muerte sucedida en el 251, pero
su idea fue seguida, en cierto grado, por Galo (251-253) y Valeriano (253-260).
La última y más severa de las grandes persecuciones fue la que con terrible saña lanzó
Diocleciano en el año 303. El Señor Jesús había dicho que por amor a los escogidos el tiempo
de sufrimiento sería acortado, pues de lo contrario ninguna carne sería salva (Mat. 24:22).
Podemos ver el cumplimiento de esta palabra en el hecho de que Diocleciano falleció sólo dos
años después de lanzar la persecución, y los sucesores se encontraron tan ocupados luchando