Página 10 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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y de la vida (RH 4-12-1900).
10.
Corona concedidas por Cristo.-
En ese día del castigo final y de la recompensa final, los santos y los pecadores reconocerán
en Aquel que fue crucificado al juez de todos los vivientes. Cada corona que sea dada a los
santos del Altísimo será concedida por las manos de Cristo: aquellas manos que crueles
sacerdotes y gobernantes condenaron a ser clavadas en la cruz. Sólo él puede dar a los
hombres el consuelo de la vida eterna (RH 22-11-1898).
CAPÍTULO 3
1 (2 Cor. 4: 7; Gál. 2: 20; Fil. 1: 21; 3: 8).
Fieles mayordomos de nosotros mismos.-
[Se cita Apoc. 3: 1.] Cristo exhorta a esta iglesia para que haga un cambio. Tenían nombre
de que vivían, pero sus obras estaban destituidas del amor de Jesús. ¡Oh, cuántos han caído
porque confiaron en su profesión para la salvación! ¡Cuántos se pierden por su esfuerzo de
mantener su reputación¡ Si uno tiene la reputación de ser un evangelista de talento, un
predicador bien dotado, un hombre de oración, un hombre de fe, un hombre especialmente
consagrado, hay un positivo peligro de que naufrague en la fe cuando sea puesto a prueba
por las pequeñas vicisitudes que Dios permite que sobrevengan. Con frecuencia su gran
empeño será mantener su reputación.
El que vive temiendo que otros no aprecien su valor, está perdiendo de vista a Aquel que es
el único que nos hace dignos de glorificar a Dios. Seamos fieles mayordomos de nosotros
mismos. Desviemos nuestra vista del yo y fijémosla en Cristo. Entonces no habrá la más
mínima dificultad. Toda la obra hecha, no importa cuán excelente parezca, no tiene valor si
no se hace en el amor de Jesús. Uno puede pasar por todo el ciclo de la actividad religiosa;
pero a menos que Cristo esté entretejido en todo lo que dice y hace, estará trabajando para
su propia gloria (Carta 48, 1903).
1-3.
Recuerda cómo has recibido.-
Se da una advertencia acerca de un tiempo cuando penetrarían errores como un ladrón para
robar la fe del pueblo de Dios, cuando los hijos de Dios debían velar diligentemente y estar
constantemente en guardia contra los engaños del enemigo.
En Sardis muchos se habían convertido por la predicación de los apóstoles. La verdad había
sido recibida como una luz brillante y resplandeciente; pero algunos habían olvidado la forma
maravillosa en que habían recibido la verdad, y Jesús creyó necesario enviar un reproche.
Los antiguos portaestandartes habían caído uno tras otro, y algunos se habían cansado 400
de la frecuente repetición de las verdades. Deseaban una doctrina novedosa, más agradable
para muchas mentes. Pensaban que necesitaban un cambio maravilloso, y en su ceguera
espiritual no discernían que sus sofistería desarraigarían todas las experiencias del pasado.
Pero el Señor Jesús podía ver el fin desde el principio. Por medio de Juan les envió la
advertencia: "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.
Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón" (MS 34, 1905).
(2 Tim. 2: 23-26.) Peligros de sutilizar.-