Página 6 - Comentario bíblico adventista del séptimo día tomo Apocalips

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caminado y conversado en Judea y sobre cuyo pecho se había recostado.
Pero, ¡oh, cómo había cambiado la apariencia del Señor! Juan lo había visto vestido con un
viejo manto de púrpura y coronado de espinas. Ahora estaba vestido con un ropaje de brillo
celestial y ceñido con un cinto de oro. Juan dice al escribir de su apariencia: "Su cabeza y
sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y
sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como
estruendo de muchas aguas"...
A Juan le fue revelado el plan de Dios para siglos futuros. Las glorias del ciclo se abrieron
ante su visión embelesada. Vio el trono de Dios y oyó las antífonas de gozo que resonaban
por todos los atrios celestiales. Cuando leemos su descripción de lo que vio en su visión,
anhelamos estar con los redimidos en la presencia de Dios.
Había pasado medio siglo desde que Jesús ascendió para presentar a su iglesia delante de
Dios y para preparar mansiones para sus fieles. Todavía amaba a su pueblo, pues vino a su
anciano siervo para revelar los planes de Dios para el futuro.
Juan fue dejado a solas con Dios y su fe en la escabrosa y desolada isla. Aquí, entre las
rocas y los acantilados, estuvo en comunión con su Hacedor. Repasó su vida pasada, y ante
el pensamiento de las bendiciones que había recibido de manos de Dios, la paz llenó 397 su
corazón. Había vivido la vida de un cristiano, y podía decir con fe: "Mi alma está bien". No
así el emperador que lo había desterrado, pues al mirar atrás sólo podía ver campos de
batallas y carnicerías, hogares desolados, viudas sollozantes y huérfanos, como resultado de
su ambicioso deseo de preeminencia (MS 99, 1902).
10.
Cristo aparece en sábado.-
El sábado que Dios instituyó en el Edén era tan precioso para Juan en la solitaria isla como
cuando estaba con sus compañeros en ciudades y pueblos. Las preciosas promesas que
Cristo había dado acerca de ese día eran repetidas por Juan, y las reclamaba como suyas.
Para él era la señal de que Dios era suyo... El Salvador resucitado hizo conocer su presencia
a Juan en el día sábado. [Se cita Apoc. 1: 10-13, 17-18.]
La persecución sufrida por Juan se convirtió en un medio de gracia. Patmos resplandeció
con la gloria del Salvador resucitado. Juan había visto a Cristo en forma humana, con las
señales de los clavos que siempre serán su gloria, en las manos y en los pies. Ahora se le
permitía contemplar de nuevo a su Señor resucitado, revestido con toda la gloria que un ser
humano pudiese contemplar sin perder la vida. ¡Qué sábado fue aquel para el solitario
desterrado, siempre precioso a la vista de Cristo, pero ahora honrado más que nunca! Nunca
había aprendido tanto de Jesús, nunca había oído verdades tan sublimes (YI 5-4-1900).
16, 20.
Ver EGW com. cap. 2: 1, 1-5.
18-20 (Juan 1: 1-3).
El que existe por sí mismo y es inmutable.-
[Se cita Apoc. 1: 18-20.] Estas son afirmaciones admirables, solemnes y significativas. Aquel
que es la Fuente de toda misericordia y de todo perdón, de toda paz y gracia, el que existe
por sí mismo, el Eterno e inmutable, fue quien visitó a su siervo desterrado en la isla llamada
Patmos (MS 81, 1900).